La marea no nos permitió llegar a Bajo de Guía, pero Doñana nos regalo un amanecer y un día pedaleando por una singular playa de invierno.
Fallamos, quizás porque no somos de mar, en la predicción de la marea, y quedamos "retenidos" a diez kilómetros del objetivo, que era nada más y nada menos la desembocadura del Guadalquivir. La pleamar nos sorprendió dejándonos sin orilla, y haciendo imposible el pedalear por la arena seca. No conseguimos asomarnos a Sanlúcar, pero si disfrutamos de un día en el corazón de las playas vírgenes de Doñana.
Dos autobuses cual safari y un coche de vigilancia del parque nacional, fue el único contacto humano que tuvimos desde que salimos desde Matalascañas (Huelva) con la salida del sol, a las 8:30h, y que regresamos pasadas las 16h. Solo aves en un cielo claro, y un sol invernal que hizo que el contratiempo de la espera forzada por la marea fuera agradable e incluso casi celebrada por nosotros.
Pedalear por la arena endurece la hazaña, pese al kilo de presión que llevábamos en las ruedas. Hay que tener buenas piernas, y un rodaje que permita aguantar durante los 54km totales la exigencia. Un lavado a fondo a la bicicleta después para quitarle la sal que pueda oxidar los mecanismos.
Siempre acostumbrados a la montaña, pedalear por la orilla del Atlántico fue una experiencia muy novedosa y aconsejable. Y siempre mejor entre amigos. Volveremos para intentar completar esos 27 km que separan Matalascañas de Sanlúcar de Barrameda ya en tierras gaditanas, y deleitarnos nuevamente con la playa más bonita y grande de Andalucía. ¡Hasta la próxima!